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Posts etiquetados ‘moral’

16
Dic

La verdadera ignorancia, según Ortega

Estamos recuperando esa vieja idea del gran narrador y molestón Ricardo Garibay, su idea de las “Argucias literarias”, o “paraderos literarios” como lo expone en su texto “El oficio de escribir”.

Lo haremos, nosotros, con temas que vas más allá de la Literatura, con la participación de la Filosofía, esa hermana.

De esta forma no puede faltar el mejor escritor de filosofía en español, el maestro de maestros José Ortega y Gasset, quien aquí nos habla de la ignorancia; mas no en un sentido negativo. No. Más bien reivindicando el papel que juega en la humana existencia, y dando al traste con la idea común que supone el sentir vergüenza ante el “no saber”. Nos dice Ortega en las Lección XI, de su ¿Qué es la filosofía? 

No les dé vergüenza ignorar una cosa elemental. Todos ignoramos cosas elementales que está harto de saber nuestro vecino. Lo vergonzoso no es nunca ignorar una cosa -eso es, por el contrario, lo natural-.

Exacto, de la infinidad de cosas que hay que saber, el humano no solo no tiene la capacidad física de enterarse, sino que dicha pretensión es absurda. No tiene que ser motivo de vergüenza. Más bien:

Lo vergonzoso es no querer saberla, resistirse a averiguarla cuando la ocasión se ofrece. Pero esta resistencia no la ofrece nunca el ignorante, sino, al revés, el que cree saber. Esto es lo vergonzoso: creer saber.

Por eso debe quedar claro: el tipo de personas que ante la falta de conocimiento hacen de cuenta que saben son las que deberían avergonzarse. Por dos razones: por la pretensión en sí misma y por la cerrazón que implica. El que “hace como que” sabe, no solo renuncia al saber, sino que se engaña a sí mismo, es, por decirlo así, una falsedad total. Pero más aún:

El que cree que sabe una cosa pero, en realidad, la ignora, con su presunto saber cierra el poro de su mente por donde podría penetrar la auténtica verdad.

Termina nuestra “argucia filosófica”: El que “hace como que” sabe en realidad pone una barrera al conocimiento, cierra la puerta a la ciencia. Hace un daño al progreso del humano, detiene la natural marcha de la inteligencia.

Quizá lo más grave es que esta actitud se está generalizando cada día más, y más. Al grado de que el “no saber pero pretender que se sabe” llega a ser una actitud tolerada y hasta festejada como “ingeniosa” por la masa. Y no preocupa, insisto, por el hecho de que no se sepa, sino por el que se niega a saber. El hombre masa actual ve con buenos ojos que no se le exija la responsabilidad de enterarse antes de opinar o de fingir que sabe algo.

13
Dic

El despertar de la niña en Valle Inclán

Con buen ojo casi clínico nos presenta Ramon Valle Inclán la pobreza de espíritu del modo de vida beato en las mujeres. Y es que no es fácil, para una mujer (aún niña) de principios de siglo XX, optar por el otro, el de la concupiscencia, el de aventura, el de la pérdida momentánea de control. El peso social es bien duro en los inicios del siglo. No obstante, al autor de «Luces de bohemia», dicta sentencia, manifiesta sin tapujos su preferencia por la transgresora. Veamos:

Aquella niña era cruel como todas las santas que tremolan en la tersa diestra la palma virginal. Confieso que yo tengo predilección por aquellas otras que primero han sido grandes pecadoras. Desgraciadamente María Rosario nunca quiso comprender que era su destino mucho menos bello que el de María de Magdala. La pobre no sabía que lo mejor de la santidad son las tentaciones.

Así es, en esta su «Sonata de primavera», el lucido español no pretende tanto glorificar el mundo del deleite carnal como evidenciar la parquedad de la moral estricta impuesta por el credo católico. La crueldad de la niña a la que se refiere, su protagonista, es evidentemente un efecto del rigor impuesto por la moral ruda y dura. Gran observación de orden psicológico que no precisa de las descripciones escandalosas y vulgares como las del Marqués de Sade u otros «libertinos». El talento del español prescinde de la grosera y opulenta narración para dar más a profundidad con el «asunto» a tratar.

2
Dic

Ortega sobre el hombre íntegro

El querer una cosa que al mismo tiempo nos es dictada por la razón duplica y certifica su carácter verdadero. Es por ello digno de pocos espíritus conjugar ambas cualidades del acto verdadero. Nos dice José Ortega y Gasset, en una conferencia que dictó el 29 de mayo de 1915, luego publicada por el ABC el 30 del mismo:

Por tal razón yo veo la característica del acto moral en la plenitud con que es querido. Cuando todo nuestro ser quiere algo ─sin reservas, sin temores, integralmente─ cumplimos con nuestro deber, porque es el mayor deber de la fidelidad con nosotros mismos.

Pero no es un individualismo simple y autocomplaciente, no. Es un ejercicio de introspección que parte de los hechos ante los cuales nos enfrentamos, parte del hecho social impuesto. Y de ahí la certeza del actuar con integridad, fuera de apasionamientos inútiles o pasajeros caprichos vanidosos. De la forma en cómo se admita la verdad y se la tome en serio, dependerá la creación de una sociedad más justa:

Una sociedad donde cada individuo tuviera la potencia de ser fiel a sí, sería una sociedad perfecta. ¿Qué significa lo que llamamos hombre íntegro sino un hombre que es enteramente él y no un zurcido de compromisos, de caprichos, de concesiones a los demás, a la tradición, al prejuicio?

El verdadero hombre íntegro no solo desea el bien, sino que su idea del bien coincide con el deber y la verdad. Y no se trata de una mera especulación sino de una posición ante la vida y el mundo.

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