
El erotismo y la literatura
Siempre he creído que el erotismo es una arte. Por su naturaleza imaginativa, creativa, subliminal. Y el hecho de que su aparición esté sujeta a una de las actividades más carnales del humano: el acto físico del amor, hace del erotismo un fenómeno cósmico. Proclive a la pincelada del artista.
Conviene, sin embargo, guardar distancia (un línea tenue y bien difícil de marcar) ante las expresiones triviales. Creo que, Vargas Llosa lo dice bien:
La frontera entre erotismo y pornografía sólo se puede definir en términos estéticos. Toda literatura que se refiere al placer sexual y que alcanza un determinado coeficiente estético puede ser llamada literatura erótica. Si se queda por debajo de ese mínimo que da categoría de obra artística a un texto, es pornografía.
Y es que es precisamente su cualidad artística, estética, la que hace del acto amatorio un fenómeno de orden superior, un aparecer de la lejanía, una metáfora corporal. Cito, otra vez, a Vargas Llosa:
Si la materia importa más que la expresión, un texto podrá ser clínico o sociológico, pero no tendrá valor literario. El erotismo es un enriquecimiento del acto sexual y de todo lo que lo rodea gracias a la cultura, gracias a la forma estética. Lo erótico consiste en dotar al acto sexual de un decorado, de una teatralidad para, sin escamotear el placer y el sexo, añadirle una dimensión artística.
Esa teatralidad, es arranque imaginativo ese añadido es precisamente la creación. Creación de algo nuevo, de algo que no está en la forma corporal, pero sí en la idea: por ello la gran literatura como el arte consagrado al erotismo, tiene casi siempre un tonalidad que lo hace superior.
Textos de Mario Vargas Llosa, sacados de su ensayo: «Sin erotismo no hay literatura», publicado en Babelia, 4 de agosto de 2001.