
La verdadera ignorancia, según Ortega
Estamos recuperando esa vieja idea del gran narrador y molestón Ricardo Garibay, su idea de las “Argucias literarias”, o “paraderos literarios” como lo expone en su texto “El oficio de escribir”.
Lo haremos, nosotros, con temas que vas más allá de la Literatura, con la participación de la Filosofía, esa hermana.
De esta forma no puede faltar el mejor escritor de filosofía en español, el maestro de maestros José Ortega y Gasset, quien aquí nos habla de la ignorancia; mas no en un sentido negativo. No. Más bien reivindicando el papel que juega en la humana existencia, y dando al traste con la idea común que supone el sentir vergüenza ante el “no saber”. Nos dice Ortega en las Lección XI, de su ¿Qué es la filosofía?
No les dé vergüenza ignorar una cosa elemental. Todos ignoramos cosas elementales que está harto de saber nuestro vecino. Lo vergonzoso no es nunca ignorar una cosa -eso es, por el contrario, lo natural-.
Exacto, de la infinidad de cosas que hay que saber, el humano no solo no tiene la capacidad física de enterarse, sino que dicha pretensión es absurda. No tiene que ser motivo de vergüenza. Más bien:
Lo vergonzoso es no querer saberla, resistirse a averiguarla cuando la ocasión se ofrece. Pero esta resistencia no la ofrece nunca el ignorante, sino, al revés, el que cree saber. Esto es lo vergonzoso: creer saber.
Por eso debe quedar claro: el tipo de personas que ante la falta de conocimiento hacen de cuenta que saben son las que deberían avergonzarse. Por dos razones: por la pretensión en sí misma y por la cerrazón que implica. El que “hace como que” sabe, no solo renuncia al saber, sino que se engaña a sí mismo, es, por decirlo así, una falsedad total. Pero más aún:
El que cree que sabe una cosa pero, en realidad, la ignora, con su presunto saber cierra el poro de su mente por donde podría penetrar la auténtica verdad.
Termina nuestra “argucia filosófica”: El que “hace como que” sabe en realidad pone una barrera al conocimiento, cierra la puerta a la ciencia. Hace un daño al progreso del humano, detiene la natural marcha de la inteligencia.
Quizá lo más grave es que esta actitud se está generalizando cada día más, y más. Al grado de que el “no saber pero pretender que se sabe” llega a ser una actitud tolerada y hasta festejada como “ingeniosa” por la masa. Y no preocupa, insisto, por el hecho de que no se sepa, sino por el que se niega a saber. El hombre masa actual ve con buenos ojos que no se le exija la responsabilidad de enterarse antes de opinar o de fingir que sabe algo.