
Noción del cuerpo
De tan fuerte y poderosa que es la reflexión hecha por Cernuda, conviene que la reproduzcamos completa:
El cuerpo no quiere deshacerse sin antes haberse consumado. Y ¿cómo se consuma el cuerpo? La inteligencia no sabe decírselo, aunque sea ella quien más claramente conciba esa ambición del cuerpo, que éste sólo vislumbra. El cuerpo no sabe sino que está aislado, terriblemente aislado, mientras que frente a él, unida, entera, la creación está llamándole.
Sus formas, percibidas por el cuerpo a través de los sentidos, con la atracción honda que suscitan (colores, sonidos, olores), despiertan en el cuerpo un instinto de que también él es parte de ese admirable mundo sensual, pero que está desunido y fuera de él, no en él. ¡Entrar en ese mundo, del cual es parte aislada, fundirse con él!
Mas para fundirse con el mundo no tiene el cuerpo los medios del espíritu, que puede poseerlo todo sin poseerlo o como si no lo poseyera. El cuerpo únicamente puede poseer las cosas, y eso sólo un momento, por el contacto de ellas. Así, al dejar éstas su huella sobre él, conoce el cuerpo las cosas.
No se lo reprochemos: el cuerpo, siendo lo que es, tiene que hacer lo que hace, tiene que querer lo que quiere. ¿Vencerlo? ¿Dominarlo? Cuán pronto se dice eso. El cuerpo advierte que sólo somos él por un tiempo, y que también él tiene que realizarse a su manera, para lo cual necesita nuestra ayuda. Pobre cuerpo, inocente animal tan calumniado; tratar de bestiales sus impulsos, cuando la bestialidad es cosa del espíritu.
Aquella tierra estaba frente a ti, y tú inerme frente a ella. Su atracción era precisamente del orden necesario a tu naturaleza: todo en ella se conformaba a tu deseo. Un instinto de fusión con ella, de absorción en ella, urgían tu ser, tanto más cuanto que la precaria vislumbre sólo te era concedida por un momento. Y ¿cómo subsistir y hacer subsistir al cuerpo con memorias inmateriales?
En un abrazo sentiste tu ser fundirse con aquella tierra; a través de un terso cuerpo oscuro, oscuro como penumbra, terso como fruto, alcanzaste la unión con aquella tierra que lo había creado. Y podrás olvidarlo todo, todo menos ese contacto de la mano sobre un cuerpo, memoria donde parece latir, secreto y profundo, el pulso mismo de la vida.
Es un texto terriblemente honesto, titulado «La posesión» y que se puede encontrar publicado por la UNAM, en su colección «Material de lectura», con el título: «Variaciones sobre el tema mexicano».
Una visión cuasimetafísica del cuerpo humano, tema recurrente en la creacíón de Cernuda. Evoca la admiración/temor ante esa realidad que no es solo física, menos aún objetual, sino espiritual.
Sobre la reforma estatutaria del SUTIEMS: la propuesta
Ha llegado un momento complicado al SUTIEMS. La reforma de los estatutos del sindicato representa no pocos problemas en función de la obligada armonía con las leyes federales. Empecemos por nombrar los más importantes:
Es necesario renunciar al numero excesivo de carteras que tenemos. Y esto no solo porque ya no será posible un representante por Asamblea de Centro de trabajo (ya somos 23 y no parece probable que el IEMS quiera aumentar el número de licencias), sino porque la forma de elección por plantel nos imposibilita para asegurar la paridad de género en el CE. ¿Cómo garantizar que lleguen al comité en número igualitario si la elección por planteles es tan diversa y compleja? Debemos, pues, renunciar a la elección tradicional de un representante por plantel. ¿Se imponen, pues, las planillas? Sí y no. Aclaremos:
1) Sí, porque favorecen la presencia de un equipo de trabajo cuya conformación bien puede responder a la proporcionalidad exigida. Además de que garantiza de antemano el trabajo en equipo. Pero el trabajo en equipo le conviene a las secretarias en donde la naturaleza de sus funciones está orientada más al trabajo práctico interno. Por eso, solo un numero determinado de carteras serían electas por planilla. Solo un grupo bien definido.
2) No, porque algunos de las secretarías cuyas funciones son esenciales y su campo de acción es mayoritariamente hacia el exterior, es decir, hacia la representatividad del sindicato y deben ser producto de la elección directa, de la que nos hagamos cargo todos. Por eso conviene la elección mixta que se propone en el documento enviado.
De la misma forma, la elección tradicional en Asamblea no es procedente. La ley impone la participación universal, un ejercicio controlado con padrón y bien organizado, sin lugar a perspicacias. Por experiencia sabemos que eso no se logra en una asamblea. Por ello será necesario una Jornada electoral bien cuidada y que cuente con la participación de todos los afiliados desde su respectivo centro de trabajo. Eso también está incluido en el documento enviado.
Finalmente, se impone la no reelección, la necesidad de participación de nuevos actores sin compromisos de grupo, sin deudas o favoritismos. Se impone la necesidad de que el CE se renueve continuamente para darle motivos de participación a las mayorías, no a los grupos ya viciados. Que el SUTIEMS se consolide como un sindicato participativo en verdad. ¿Se perderán los derechos ganados? ¿la licencias restantes? No. Bien puede buscarse un mecanismo que permita exigir al IEMS el mantenimiento de esas licencias para, por ejemplo, garantizar que cada trabajador que llegue al CE, sea sustituido temporalmente usando dichas licencias.
La propuesta no está acabada, bien se puede mejorar, bien se puede discutir: pero debe servir de base pues resuelve todos los puntos que urgen y algunos que, aunque no urgen, vale la pena cambiar.
Se puede descargar la propuesta señalada Aquí
Nuestro Don Quijote: el episodio de la Cueva de Montesinos
En la cueva de Montesinos nuestro caballero andante visita, en su «sueño» el otro mundo, el mundo encantado de los libros de caballerías. Ese que tanto y tanto lleva en su mente y que esta cifrada en otro tiempo, el tiempo del encatamiento, de la magia:
«⏤¿Cuánto ha que bajé? -preguntó don Quijote.
⏤Poco más de una hora -replicó Sancho.
⏤Eso no puede ser -replicó don Quijote-, porque allá me anocheció y amaneció y tornó a anochecer y amanecer tres veces, de modo que a mí cuenta tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.» (II, 23)
«Allá», dice el caballero, y dice bien. Pues es un lugar muy otro el de su «sueño» de tres días, un tiempo en que ocurre la visión de sus más profundos ideales, la explicación de los lugares y las hazañas que tanto persigue, los personajes que tanto conoce y admira. Un otro lugar donde Dulcinea le pide dinero, donde no es capaz de vengar con sangre la afrenta a la veracidad de las historas, le justifica así a Sancho:
«No, Sancho amigo, no me estaba a mi bien hacer eso, porque estamos todos obligados a tener respeto a los ancianos, aunque no sean caballeros, y principalmente a los que lo son y están encantados.». (II, 23)
Podemos decir que don Quijote ha sido beneficiado con el deleite de vivir su «sueño», de palparlo, olerlo, contemplarlo en su mismidad. Y nada de cómico hay en la fe del caballero que todo lo toma en serio, aunque el primo y Sancho le tilden de loco. Pero un loco genuino, que cree en la nobleza de su misión, por ello le revira a su escudero:
«como no estás experimentado en las cosas mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles; pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya verdad ni admite réplica ni disputa.» (II, 23)
Porque no se puede replicar, menos disputar lo que producto de la fe suprema, de la persecución honesta del ideal. La prueba no está sino en la creencia misma, en la vivencia del creyente.
Ocurre que el Caballero de la triste figura opera en el ideal, y los eventos que sufrió en su experiencia dentro de la cueva no admiten ni explicación ni duda. Son de otra naturaleza. Véase aquí la gran aportación quijotesca al mundo desacralizado de la modernidad.
Grande e inolvidable evento este de la cueva. Profunda su simbolización en la que Cervantes se permite la genealogía de los libros de caballería con lujo de detalles; pues resulta que Don Quijote ve pasar delante de él a los personajes que más fascinan su pasón caballeresca que hasta el lujo se da de corregir la narración:
«Cepos quedos -dije yo entonces-, señor Montesinos: cuente vuesa merced su historia como debe, que ya sabe que toda comparación es odiosa, y, así, no hay para qué comparar a nadie con nadie.» (II, 23)
¡Qué gloria la de Don Quijote cuando logra que su Dulcinea no sea comparada en belleza con la señora Belerma! Qué manera de aferrarse al deber, de ser fidedigno en los detalles.

¡Derechos!… pero no obligaciones…
Bien lo señala el pensador: Don Ortega y Gasset, gran espectador de nuestro tiempo, pone el dedo en la llaga, y descubre la falsa actitud, el confort producido por la fácil medianía en la que se instalan nuestro momento social, dice:
Dos defectos de nuestra civilización moderna: enseña derechos y no obligaciones; carece de autoctonía; es decir, que consiste en medios y no en actitudes últimas, deja inculto el fondo de la existencia, aquello de la vida del hombre que es lo absoluto o al través de los cual ésta se inca en lo absoluto.
Es así: la producción de significados efímeros, de gratificaciones momentáneas, simples pero muy vistosas acaparan la atención del humano actual. Lo hacen aferrarse a la persecusión de lo que es «del momento», lo que suena hoy; dejando para siempre el cultivo de lo más profundo, aquello que realmente incide en la más profunda espiritualidad. El resultado: discusiones, pláticas, peleas, defensas apasionadas llenan nuestras redes sociales pero no involucran los temas fundamentales. Lo verdaderamente importante.
En este sentido, nuestra civilización es superficial, y aceptarla o no, tomarla todo o sólo una parte es cuestión de capricho. Por eso con facilidad creciente vemos desentenderse de su decálogo a las gentes, o tomar de éste sólo lo que en cada caso les place.
Vemos que el hombre medio se complace en lo pasajero, se admira de lo sencillo, se apasiona con lo simple. Y de ello resulta una enorme masa que ocupa más el sentido del capricho instantáneo, la ocurrencia momentánea que la meditada ⏤pero complicada, de ahí su abandono⏤ búsqueda del ideal. Una sociedad, en fin, de medios pasajeros. De simples ocurrencias, que es, por lo mismo, fácilmente manipulable.
Citas tomadas de
José Ortega y Gasset, «Revés del almanaque», 1930

Un soneto sobre el amor
He aquí uno de los poemas más intensos, más certeros, más fidedignos sobre la enfermedad del amor. Pocos fueron los que se atrevieron a rescatar esta visión, después de que el movimiento romántico nos empapó con trivialidades. Escrito por uno de los representantes más conspicuos del Siglo de Oro, Felix Lope de Vega, su soneto 129, contenido en su Rimas del año 1609:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Aquí la fuente: