La casa de Bernarda Alba o la resistencia de la mujer
A pesar de que no es la obra más significa de Federico García Lorca, en La casa de Bernarda Alba, se alcanzan a percibir elementos que caracterizan su producción teatral: la preocupación por el elemento femenino, la presencia constate de máximas morales en los diálogos, y la aparición de diversos elementos de la cultura popular español de principios del siglo XX. Tampoco está escrita en verso, y la ambientación está lejos de sus obras más logradas; pero es, definitivamente, un trabajo eficaz y significativo.
El gran Ortega decía que el teatro es, ante todo, presencia y potencia, y Lorca parece tenerlo bien claro. Hace que sus personajes aparezcan en su peculiaridad. En este caso, las mujeres, hijas de Bernarda, tienen una visión diversa de su destino. Por más que Bernarda se imponga, Lorca nos muestra la feroz resistencia de cada una de las hijas a su modo y manera. Y es que no debe primar en la lectura de esta obra la dominante figura de Bernarda; por el contrario, parece que Lorca está más preocupado por presentar la forma en cómo reaccionan sus víctimas. Incluyendo a la Criada y La Poncia. Se pone del lado de la resistencia al orden moral, a la hegemonía de los principios. Por ello, cada hija tendrá su modo de expresar su cansancio, su resquebrajamiento moral y el resultado puede verse en el uso de comentarios hirientes que se dirigen unas a otras. Y en donde ya no se sabe quién está de lado de quién.
Pero en los diálogos, estupendamente logrados, confluyen, de manera implícita, gritos de libertad. Hasta en la aparente locura de María Josefa, la madre de Bernarda, aparece de continúo esa impotencia: «Me escapé porque me quiero casar, porque quiero casarme con un varón hermoso de la orilla del mar, ya que aquí los hombres huyen de las mujeres.»
Y es que uno de los temas que más ocurre en esta obra es, precisamente, el matrimonio. Pues para las mujeres no se trata de un problema, sino de EL problema; la única que tiene a la mano la posibilidad de casarse, Angustias, constantemente hace ver la «envidia» de la que es víctima: «Yo me siento bien, y al que le duela que reviente»; pero también hace referencia al matrimonio como si se tratase de un escape: «Afortunadamente, pronto voy a salir de este infierno.»
Entonces, García Lorca logra con esta obra ilustrar la difícil condición de ser mujer en un pueblo en donde las tradiciones, y el temor hacen de las suyas. En una conversación entre Adela, Magdalena y Amelia, se leen las siguientes afirmaciones, Adela [refiriéndose a los hombres]: «Se les perdona todo»; Amelia: «Nacer mujer es el mayor castigo», y Magdalena: «Ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen».
Y es que, la resistencia de Adela, que consiste en entablar una relación sentimental con Pepe el Romano, el prometido de su hermana mayor, no pasa de ser eso, mera resistencia, pues termina en el trágico final de su suicidio, que la misma Bernarda se encarga de disfrazar.