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13 de enero de 2016

El pesimismo en el SUTIEMS

por El Isra

Hace ya tiempo que, como reza aquél célebre tratado, «un fantasma recorre…» el SUTIEMS. Pero se trata del fantasma del pesimismo. O, mejor aún, el fantasma de la desidia y la vaciedad. La falta de aspiración y el conformismo.

Acorde con esta embriaguez de medianía, las causas superiores, los logros fundamentales,  son colocados en segundo lugar, casi no importan: se les reemplaza, se les nulifica optando por la defensa apasionada y desinhibida de lo magro, lo útil, lo facilón. A los más, este recelo por lo inmediato, les hace ciegos para la comprensión y la defensa de los valores fundamentales, y se aspira más a no perder 4 días en la quincena que a enfrentar, dignamente, un revés injusto; se ocupa tiempo y participación en pelear lo perdido cuando lo que está en juego es la presencia del brutal uso del poder fáctico. Por ello, lo que a todas luces fue indigno, como la declaración de inexistencia de la reciente huelga, no provoca tanto encono como el haber sido afectados en lo inmediato: el dinero.

Concentrándose en las minucias, solo se demuestra que no se está en condición de emprender una alta empresa: resulta que ante la terrible agresión del poder abusivo y corrompido, la escasez de principios orienta la reacción hacia la víctima. Y, entonces, se empequeñece la lucha por los valores superiores, dándole cabida al reclamo de lo que colma el confort individual.

Esto es natural cuando estamos en tiempos en los que se mira con desdén cualquier obra que no corresponda con las exigencias de lo inmediato, con la exaltación de lo útil, lo efímero. Angosto en la mirada, el espíritu actual abandona todo proyecto colectivo porque no concibe que éste requiera su natural crecimiento y madurez.; sus tropiezos eventuales y sus errores inherentes. No le encuentra razón de ser a su íntima estructura. Y, el triunfo de la desesperación, provoca la más abyectas opiniones. Los más escandalosos insultos, las intrigas, los pleitos brutales. El abandono de la participación, el desánimo, el miedo, la desconfianza.

Entonces, la infamia, la estulticia, el grosero golpe bajo por parte del Instituto y la JLCyA se ve disminuido por los que atienden más a la superficie que al fondo. Y se orienta el enojo hacia el mediador: la dirigencia sindical, el sindicato mismo. Pero esa pérdida de mirada, redobla el enojo y lo concentra, olvidando el amplio panorama que lo explica.

Así pues, los resultados son devastadores. No obstante sirven para ubicar. Dan lección en sí mismos. Porque identifican al grupo humano del que no cabe esperar nada digno de altura, pues su estrechez mental lo inclinará siempre hacia el grito y el chillido; y es que aquel que escandaliza cuando ve a un minoritario grupo defender una voluntad, pero calla ante la corrupción y la mezquindad, no es un luchador social… es un esclavo, esclavo de su medianía.

A estas almas precarias y faltas de entusiasmo no queda sino confinarlas al territorio de la indiferencia, pues está claro que, pase lo que pase, se diga lo que se diga: éstas no se van a convencer.  «Y no hay que intentar convencer a quien NO se va a convencer.» Como decía Julián Marías.

Y es así: si los hechos por sí solos no les dicen nada, si los triunfos menores ─pero no menos importantes─ que se han presentado en el ámbito jurídico, sin mencionar los que están por venir, no los convocan a la solidaridad y al ánimo, queda poco por decirles, queda poco que contarles.

Lo que sí conviene es que los que aún mantienen la fructífera raíz de la esperanza, los que todavía guardan entusiasmo con miras a logros superiores, los que suman honestidad con participación desinteresada, mantengan firme su postura en un proyecto que es por el bien de todos.

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