Tácticas
No se ve bien el panorama actual que rodea a la Asamblea Legislativa del D.F. (ALDF), aunque el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) obtuvo un triunfo encomiable, no le alcanzó para construir las condiciones de, al menos, forzar a la negociación: los partidos tradicionales recurren al «mayoriteo» y, de facto, obstruyen toda iniciativa genuina y bien pensada. Toda iniciativa que, como hemos visto, se orienta a mejorar las condiciones de la gente: única razón de ser de MORENA. La formación de las comisiones y la aprobación del presupuesto son dos ejemplos, los más graves.
Ante esta situación, los egregios diputados de MORENA han tenido que recurrir a buscar el apoyo popular, que lo tienen, en mítines y protestas. No ha sido suficiente. Finalmente los traidores (léase tradicionales) aplican a raja tabla el lineamiento [o lo que Dios les da a entender por éste] y aprueban o desaprueban según convenga. ¿Qué hacer entonces?
Resulta que esos traidores (léase tradicionales) son ciudadanos electos, representantes de algún espacio territorial. Es decir, no están a la buena de dios en el lugar que ocupan, sino como representantes, con el objetivo de responder a los intereses del grupo que los eligió: tendrían, por tanto, que consultarlo. No lo harán, lo sabemos. Entonces, hay que obligarlos. O, por lo menos, evidenciar que no lo hacen.
Si existiese un formato bien redactado, bien explicitado en donde se expongan de manera clara las motivaciones de las propuestas de MORENA; si éste circulara en los Distritos que se verían beneficiados y se ofreciera a la gente que lo firme no importando su filiación política, sino la idoneidad de la propuesta; si este formato tuviera el sentido de mandatar al diputado de cierto distrito para que vote en Asamblea como representante; si este documento firmado por el mayor número de personas se hiciera del conocimiento del diputado cuyo distrito está en cuestión, pero también se hiciera de dominio público, y todo esto previo a la discusión en el pleno de Asamblea; si todo esto ocurriera, vale preguntarse: ¿se atreverán los diputados a contradecir el mandato popular de votar por una propuesta que la misma gente cree que es viable? ¿estarán dispuestos a llevar la contra de la gente a la que le deben su puesto de manera tan explícita? ¿ante el documento firmado y sellado?
No tenemos respuesta para dichas preguntas. Es una vía que, si se explorara, produciría una prueba más de qué tan serios son aquellos «elegidos» por el pueblo. Vale la pena un intento más por demostrar que los que están ahí no son amigos de la gente. Pidieron su voto, pero, ahora en el puesto, se han olvidado de ello, preocupados más por los intereses de grupo, de élite, de tribu. Se trata, pues, de una medida más de presión: evidenciando su vileza y falta de honradez.